Romana McDwyer - Irlanda
22/12/1935 - 04/02/2019
El acto de reunirse es central en la adoración cristiana. Nos reunimos como personas de fe para adorar, para escuchar la Palabra de Dios, para partir el Pan de Vida, para entrar en comunión unos con otros alrededor de una mesa común. Podemos describir todas estas actividades de diferentes maneras, pero el verbo “celebrar” es, probablemente, el que mejor expresa lo que queremos decir.
A veces, por supuesto, ese verbo “celebrar” puede parecer forzado y torpe, pero hoy en día, el verbo “celebrar” no podría ser más adecuado para describir lo que estamos haciendo aquí en la iglesia de Santa María. Lo que estamos haciendo es celebrar la vida de la Hermana Romana, celebrar su fe, que se alimentó en el seno de su familia en Sooey, celebrar el llamado de Dios a la vida religiosa y a la misión como Hermana Marista, celebrar el gran trabajo que realizó durante los últimos 54 años, y por último, lo más importante de todo, celebrar a la persona, a la encantadora mujer que todos conocemos como Romana o Mary para ustedes, su familia.
Los monjes celtas de antaño veían la vida como una peregrinación. Para ellos, la peregrinación no era un viaje a un lugar en particular, sino una actitud que abarca toda la vida. En términos de fe, la peregrinación toma los segmentos de nuestras vidas y los coloca en un contexto de creencia: creer en un Dios que nos conoce íntimamente y nos cuida, más allá de nuestra imaginación. El escritor de nuestra primera lectura del Libro de la Sabiduría nos viene en ayuda y nos ofrece un resumen de la vida de Romana:
"La edad que merece el respeto no depende de la duración de la vida, ni se mide por el número de años. ¡El verdadero conocimiento es como tener los cabellos blancos! Una vida sin mancha equivale a una edad madura."
Y luego ofrece el resumen sencillo, pero profundo, de su vida.
"Era recta, agradó a Dios que la amó".
Para que no nos extraviemos, San Pablo en la segunda lectura de hoy, al usar el símbolo de una vasija de barro, nos recuerda nuestra fragilidad y debilidad humanas. En su gran amor por nosotros, Dios nos ha dado a todos un tesoro: el tesoro de nuestra gran dignidad, valor y belleza interior como personas. Pero, y siempre hay un pero, llevamos este tesoro en un recipiente hecho de arcilla, nuestro cuerpo.
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”.
Ese espíritu indomable se nos dio a todos y está intacto y sin daños por los estragos de la enfermedad o del envejecimiento o de las heridas y dolores acumulados durante el transcurso de nuestra vida. Fue esta tenacidad y gracia de espíritu lo que le permitió a Romana luchar tan valientemente con su enfermedad y disminución física, en los últimos años.
Mary McDwyer nació y se crió en Sooey Co. Sligo. Era la mayor de los seis hijos de Joe y Peg McDwyer. Su Hermana Anna falleció poco antes que ella. El amor hacia su familia fue siempre central en su vida. Sus cuatro hermanos Oliver, Joe, Ray y John ocuparon siempre un lugar especial en su corazón y en su vida. Su cuñado Seamus era muy querido por ella, como lo eran también sus cuñadas: Brenda, Mary y Josephine. Mary se interesaba mucho y, en particular, por la vida de ustedes, sus queridos sobrinos y sobrinas, gozando por sus logros y éxitos. Ustedes le brindaron muchas oportunidades para complacer su gran generosidad de espíritu con una gran variedad de dones, siendo los dulces los primeros en la lista, dándole a su vez la posibilidad de satisfacer una de sus pocas debilidades.
Recibió su educación secundaria en el convento marista aquí en Carrick y las hermanas deben haber tenido en ella una influencia significativamente positiva, porque decidió seguir sus pasos, profesando en 1955. Su primer nombramiento misionero fue en Sídney, Australia, en ese mismo año y fue a un lugar llamado Merrylands. Me impresionó, hace dos días, cuando la hermana Moira, quien acompañó a la hermana Romana y a la hermana Rita en el viaje a Australia, recordó la aventura muy emocionante que las tres hermanas disfrutaron en su viaje de cinco semanas en un barco llamado Arcadia. Si tuviera que darles cuenta de sus diversos encuentros, ¡estaríamos aquí toda la noche! Basta con decir que se abrió un nuevo mundo de posibilidades emocionantes para estas jóvenes y valientes hermanas.
En su nuevo hogar, las Hermanas tenían que ser autosuficientes, por lo que había que ordeñar a las pocas vacas, ocuparse de la huerta y realizar toda una serie de otras tareas domésticas, haciendo todo con espíritu de servicio alegre y en un clima de oración. Después de seis años muy felices allí, se mudó a Woolwich, otro suburbio de Sídney, donde pasó dos años antes de mudarse a Burwood. Fue en Burwood, donde comenzó su formación como maestra, descubriendo rápidamente que tenía una aptitud natural para enseñar a niños pequeños, de primera y segunda clase. No era solo una maestra entregada, que hacía bien su trabajo. Fue una maestra que sobresalió en su profesión. Este es solo uno de los distintivos especiales, una de las características definitorias de su vida. Ella fue bendecida con una variedad de maravillosos dones y cualidades sobresalientes. Su manera suave y humilde, su inteligencia aguda y pragmática, su gran creatividad y su espíritu altamente imaginativo, la atracción que ejercía, significaron que todos los niños pequeños a su cuidado fueron verdaderamente bendecidos al tener a una persona como Romana que supo ejercer una influencia tan positiva en sus jóvenes vidas. Les dio la capacidad de formular, no solo “frases con sentido”, sino también dio un significado nuevo, vibrante y expansivo a lo que la "educación" podría y debería ser. Sí, ella era una profesora nata en el mejor sentido posible.
Desde Australia se mudó a Fiji, donde pasó nueve años muy felices, en tres lugares diferentes. Nuevamente, los muchos niños, de diversos países y amplia variedad de orígenes étnicos, tuvieron el gran privilegio de beneficiarse de esta maravillosa y joven hermana irlandesa, cuyo estilo de enseñanza les dejó una huella indeleble en el resto de sus vidas.
Al regresar a su hogar en Irlanda, fue enviada a Tubbercurry, donde pasó nueve años enseñando en el convento National School. Tuvo que hacer frente al sistema burocrático irlandés porque no se reconocieron sus títulos de profesora, conseguidos en Australia y terminó teniendo que estudiar dos años para obtener su diploma. Afortunadamente, el inspector que la examinó se dio rápidamente cuenta de la brillante maestra que tenía delante y la informó que no tenía sentido que siguiera con el examen. Una vez más, los niños pequeños en Tubbercurry estuvieron bajo la influencia gentil, creativa e imaginativa de Romana. El plan de estudios de la escuela se amplió más allá de la sala de clase y los niños participaron en obras de teatro, participaron en artes y manualidades y en una variedad de otras actividades en las que todos sobresalieron.
Por aquel entonces, Romana había comenzado ya a cultivar y desarrollar sus habilidades como poeta, escribiendo una serie de poemas que estaban enraizados en el mundo que la rodeaba, pero que encontraron gestación desde un lugar muy profundo. En su caso, me viene a la mente esa estupenda cita del poeta Elizabeth Barrett Browning, que ciertamente se puede aplicar a Romana:
"La tierra está abarrotada de cielo, y cada arbusto común arde con Dios. Pero solo la que ve se quita las sandalias; el resto se sienta y arranca las moras”.
Sí, fue bendecida con una sensibilidad poética.
Su vida dio un vuelco total cuando vino a Carrick en 1989 y durante casi treinta años éste fue su hogar. Para todos los niños de la escuela y los muchos adultos que entraron en su esfera de influencia, ¡qué magnífico privilegio! Todos aprovecharon de su energía incansable y su talento creativo. Trabajando con los Laicos Maristas, organizando una clase de estudio bíblico con la doctora Judy Ceannt, participando activamente y promoviendo ampliamente la escuela de verano John McGahern, haciendo pancartas litúrgicas para adornar el santuario en la capilla del hospital de San Patricio, trabajando con Padre Ray Staunton para producir un hermoso calendario marista, dando cursillos a maestros en el Centro para Maestros, encuentra tiempo de calidad para seguir las diversas obras, escritas y producidas por su hermano John, haciendo trabajos de arte sobre piedras, cultivando su pasión por la lectura, participando en carro a varias excursiones, escribiendo cartas a muchas personas, especialmente a aquellas que podrían haberla "disgustado" de alguna manera. Creo que incluso le escribió a la reina Isabel y obtuvo una respuesta.
A pesar de sus numerosas y variadas actividades, nunca perdió de vista la dimensión central de su vida. Su vocación religiosa fue la base de todo lo que ella hizo y representó. Amaba a Dios y le encantaba ser Hermana Marista. En verdad, era un maravilloso ejemplar de vida religiosa: una mujer gentil y feliz, extraordinariamente generosa en espíritu, sin darse aires, sin rastro de arrogancia o rencor. Era una mujer llena de alegría que siguió siendo 'semper fidelis' hasta el final.
Sí, es justo y bueno que estemos celebrando una vida excepcionalmente bien vivida. Nuestra celebración también está teñida de tristeza y dolor, ya que somos muy conscientes de la pérdida para ustedes, su familia y sus grandes amigos y hermanas de la comunidad marista.
Agradecemos al Señor por las muchas bendiciones, dones y talentos que él tan generosamente otorgó a la Hermana Romana y su fuerte fe que fue “la” dimensión perdurable de su vida. Ahora confiamos su alma al abrazo misericordioso del Dios que la amó durante toda su vida y que ahora la acoge, con gozo, en su morada eterna.
Ar dheis De go raibh a hanam uasal dilis.
Homilía en el día del funeral de la Hermana Romana,
jueves 7 de febrero de 2019
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