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Mareta Nai Raikivi

Hermanas fallecidas

Mareta Nai Raikivi - Fiyi
23/06/1963 - 10/10/2017

 HERMANA MARETA NAI RAIKIVI – Hna. Torika Wong

Mareta Nai nació el 3 de junio de 1963, siendo motivo de mucha alegría para sus padres, Adrea y  Dorotea Raikivi, quienes vivían en la muy pequeña isla de Fiji.  Acogieron con mucha ilusión a su tercera hija, a la que siguieron luego tres chicos y dos chicas.  Adrea y Dorotea criaron a sus ocho hijos en la fe y agradecieron profundamente a Dios el haber llamado Mareta a la vida religiosa y Roga, uno de los hijos de Adrea y Dorotea, al sacerdocio como sacerdote diocesano. Mareta terminó su escuela primaria y secundaria en las escuelas locales de Solevu, y la escuela superior en el colegio de San Juan, Cawaci, situado en la isla de Ovalau.

Siendo joven Mareta tuvo sus sueños. Entre ellos, el fuerte deseo de ofrecerse a Dios en la vida religiosa, porque quería ‘servir al pueblo de Dios y compartir su amor’.  Una de sus tías era miembro de la Congregación SOLN, pero Mareta quiso buscar a Dios en la Congregación de María.  Fue pre-candidata con nosotras en 1986. Yo tuve el gusto de ser la acompañante de Mareta e introducirla a la vida religiosa. Fue recibida en nuestro Noviciado de Wailekutu en 1988, cuando tenía 25 años. Tras haber discernido su vocación, dio con confianza un salto en la fe y se entregó a Dios como Hermana Marista.

Desde el inicio de su vida religiosa, noté en ella su espíritu de fe y llegué a la conclusión de que tenía que venir de una familia de profunda fe. Con este don de la fe, Mareta se abrió y se dispuso a aprender más sobre Dios y sobre ella misma. Esto le ayudó mucho a crecer en su conocimiento y amor por su Dios, y a aceptarse y quererse, dispuesta a acoger su vulnerabilidad y a buscar la sanación. Ante el reto de vivir con otros que eran diferentes de ella, Mareta estaba dispuesta a descubrir más sobre sí misma, y creció en las relaciones con los otros miembros de la comunidad. Recibió mucho de su formación y estaba contenta de poder ofrecerse a Dios cuando hizo la primera profesión, el 15 de enero de 1990.  Mientras su relación con Dios se iba profundizando, iba creciendo también su amor por el carisma marista. Y Mareta se sentía dispuesta a responder al amor de Cristo y a vivir la vida según los votos por el resto de su vida, viviendo el Evangelio de Jesús como lo hizo María, y siendo una Hermana Marista. Hizo la profesión perpetua el 1 de enero de 1998.  

Después de un año de vivir en comunidad, durante el cual estuvo al servicio de las internas en el pensionado San Juan, Mareta estudió por tres años Magisterio en el Instituto de formación Corpus Christi. Recibió el diploma de maestra en diciembre de 1994 en el Teachers’ Training College donde había estudiado por tres años, y así se sintió más habilitada para ‘servir al pueblo de Dios y compartir su amor’ como su corazón deseaba. Se unió a otras Hermanas que eran maestras y su primera experiencia en este campo fue la Escuela Católica de San Patricio, en Nasomolevu en la isla de Vuaki, Yasawa. De allí se fue a servi en las escuelas de Nadi, Levuka, Lami y Nadelei. Fue directora en el Convento Marista de Levuka y en el Convento Marista de Lami y responsable de comunidad. Fue elegida en 2009 asistenta de la responsable del Sector. Otras responsabilidades que tuvo fueron: acompañante en la Formación Inicial, Coordinadora de JPIC y ecónoma de comunidad. Además de estas tareas oficiales, Mareta era una presencia dinámica en la comunidad donde estaba. Voy a citar algunas expresiones de las Hermanas que vivieron con ella, y que compartieron durante el elogio fúnebre a Mareta:

De una compañera del noviciado:

“Doy gracias a Dios por haber sido su compañera en los últimos 31 años, durante los cuales caminamos juntas como hermanas y como amigas. Agradezco su apoyo siempre lleno de amor, la risa, los gozos y las lágrimas que hemos compartido juntas.” (Lora)

De la última Hermana que vivió con ella en comunidad:

“Viví con Mareta en Nadelei desde el comienzo de este año hasta junio, y para mí éste ha sido un tiempo privilegiado y feliz, que hemos vivido juntas  – privilegiado en el sentido de que Dios había planeado formar una comunidad en Nadelei. No necesitamos mucho tiempo para apreciar la compañía y el don que cada una suponía para la otra, a pesar de nuestras diferencias culturales. Éramos fieles a nuestras oraciones diarias (por la mañana y por la tarde), a pesar de que la salud de Marieta se iba deteriorando. Ella no se quejaba nunca de las molestias o dolor que sufría. Nunca faltó a su deber como maestra y fue siempre fiel. Algunos amigos del pueblo venían a verle para buscar consejo y guía, y se iban reconfortados y en paz. Mareta era acogedora, tenía mucho sentido del humor y le gustaba tener amistades. Era una amiga muy querida y una buena compañera.”(Monica S.)

De la enfermera de Mareta, Ulamila, de Nadelei que la cuidó en Lami

“A Mareta le encantaba leer cuentos. Nunca quiso causar molestias a nadie. Sufrió siempre en silencio. Le encantaba dar clases, y realmente se ocupaba de sus estudiantes y los seguía, dándoles mucho de su tiempo. Cuando estaba enfadada, no reaccionaba, sino que trataba de apaciguarse. Amaba su Comunidad Marista y se interesaba por ella. Le encantaba comer cacahuetes.”

De varios miembros de la Unidad de Fiji

 “Mareta era siempre abierta,  positiva e amable con todos. Casi nunca la oímos quejarse. Cuando había momentos duros, ella solía reírse, tratando de superarlos con garbo. Los alumnos, los padres y los asociados querían mucho a Mareta. Parecía que viviese su vida en plenitud. Tenemos la suerte de haber tenido a Mareta entre nosotros.”(Margaret S.)

“Mareta decía lo que piensa, de manera amable. Era una mujer que reza. Era una persona que sabía crear lazos de unidad, con la familia, con la gente que la rodea. Solía preguntar a las Hermanas por qué la gente va siempre de prisa. Les hubiese encantado ver a la gente sentarse en paz por un tiempito, y pasar un rato juntos. Le encantaba el rugby y conocía todas sus reglas.” (Vika)

 “Cuando se trata de la misión del Señor, Mareta se apasiona con nuestra participación y nuestro compromiso. Nunca le ha gustado hablar mucho, pero sí que escucha, y cundo habla, hay hondura y sabiduría en lo que dice(Rosemary)

“Una de las cosas que me han impresionado a propósito de Mareta es su profundo sentido de gratitud. Agradecía siempre todo. Agradecida a sus padres por haberla formada en la fe, por su vocación marista, por sus hermanas. En nuestra reciente Asamblea en agosto, Mareta aprovechó la oportunidad para expresar su profunda gratitud a las Hermanas por todo el cariño y las atenciones que le prodigaban desde que cayó enferma.”(Kalala)

“Mareta y yo éramos realmente hermanas. Vivimos juntas en comunidad en Levuka, hemos compartido unos muy buenos momentos juntas. Ella trataba de asegurarse siempre llegar a tiempo para las oraciones comunitarias. A menudo nos quedábamos hasta las tantas de la noche hablando de muchas cosas, como por ejemplo de la escuela, de asuntos de la Congregación y, naturalmente, de deportes – sobre todo de rugby. Mareta realizó muchas cosas maravillosas en su vida, fue de mucha ayuda a los grupos juveniles, en todas las comunidades en las que estuvo. Fue directora en algunas de nuestras escuelas maristas y por tres años fue consejera en el equipo de liderazgo del Sector, en 2009. A Mareta le encantaba contar historias y conectar con la gente, quería mucho a los niños y le encantaba enseñar. Como directora, siempre solía escribir con adelanto el informe académico y enviarlo a la junta directiva. Quería mucho a sus amigos y a su familia, y aunque siempre tenía mucho trabajo, trató siempre de atender a las personas que la necesitaban. ”(Mariana T.)

 

A pesar de los meses de enfermedad de Mareta, la muerte sobrevino casi inesperadamente el 10 de octubre del 2017. El fin de semana del 7 y 8 octubre, la mayoría de las Hermanas  fueron a  Vatukoula para la celebración del 80º Aniversario de la Escuela Marista. Filo y Vika se quedaron en casa, en Lami, con Mareta. Le preguntaron si tenía ganas de comer y le prepararon aquello que dijo desearía comer. Y disfrutó con la comida, sobre todo con el pescado, que le gustaba mucho. Mareta se sentó en compañía de las demás, en la cocina y hasta se ofreció para ayudar. Filo y Vika notaron que parecía tener más ganas de vivir, y disfrutaron mucho del fin de semana juntas. Mareta solía estar muy agradecida y se sentía sumamente aliviada por el masaje que Filo solía hacerle en las piernas cuando le dolían mucho. Cuando las demás volvieron de la celebración, ellas también notaron el cambio. La noche del 9 de octubre, Ulamila, la enfermera de Mareta, le llevó la cena a la cama, y Mareta comió. Mareta pidió a Ulamila una taza de agua caliente  y que le pelara una manzana dejándola encima de la mesilla  de noche para más tarde. Las dos estuvieron hablando mientras que Ulamila le masajeó las manos durante varios minutos, sugiriéndole luego que era hora de dormir. Ulamila volvió a las 10 para ver si Mareta necesitaba algo. Y de nuevo hablaron durante un rato. Luego Mareta le dijo a Ulamila que se fuera a la cama y que volviera solo después de la misa, la mañana siguiente… y que todo iría bien. Ulamila siguió al pie de la letra las instrucciones recibidas. Después de Misa, ella y Vika fueron rápidas a ver a Mareta. Y solamente para descubrir que el Señor había venido y se había llevado a Mareta a Su casa. Su cuerpo seguía caliente. Como es natural, para las Hermanas el desenlace de Mareta fue muy duro, porque nadie lo había sospechado. El hermano de Mareta, Roga (sacerdote diocesano) había dicho, antes del desenlace, que iba a celebrar misa en el cuarto de Mareta y así lo hizo. Como es natural estaba muy triste. Pero parece ser que Mareta fuera contenta de ir al cielo y celebrar allí la Fiesta Nacional de Fiji.

Mareta era una mujer leal, comprometida, orante y tenía un corazón gentil.  
Durante su tiempo en esta tierra, tocó la vida de muchas personas.
Su memoria quedará por siempre viva en todos nuestros corazones.
Mareta, te vamos a echar en falta. Que Dios te bendiga.

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