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Antonia Avey

Hermanas fallecidas

Antonia Avey - Nueva Zelanda
10/12/1923 - 29/04/2017

 Elegía para la Hermana Antonia Avey sm

Cuando el pasado sábado supe que la Hermana Antonia había ido a la casa del Padre, pensé en estas líneas (con un pequeño cambio de género) – del poema ‘Requiem’ por Robert Louis Stephenson: 

Aquí está donde añoraba estar:

A su hogar vuelve el navegante. A su hogar desde el mar.

Y el cazador de la colina.

Antonia tenía un gran deseo de estar con Dios y en los últimos años de su vida expresaba a menudo esta añoranza. Hablaré de esto más tarde.    

En la “Historia de la Hermana Antonia” cuando escribe sobre su vida y habla con detalles de sus 23 años como misionera en Fiji, dice que la suya era una familia unida y feliz con una puerta abierta a todos aquellos que querían llamar. Esto caracterizó la actitud de  Antonia hacia todos cuantos llamaron a nuestra puerta durante los 10 años que viví con ella en Linden y en Tawa. Su vocación se fraguó en su familia. A menudo acompañaba a su padre a misa diaria. Y decía que el amor que su padre tenía por la presencia sacramental del Señor se le había pegado con fuerza.                                                                                                                                            

Antonia hizo la escuela primaria en Taihape y en la escuela de Frankton con las Hermanas de la Misión, y continuó en el Sagrado Corazón de Hamilton.  Pasó los últimos años como interna en Mt Albert con la intención de conocer a las Hermanas antes de ir a Sídney. Ese año disfrutó enormemente pero admite que ‘no estudió mucho’ y escribe: “En el fondo pensaba que si no estudiaba bien no me iban a admitir en el convento. ¡Vaya generosidad! Sin embargo, me iba convenciendo cada vez más que Jesús me estaba llamando y yo quería responder a su llamado.”

Y esto es lo que hizo en 1940, con la Hermana Margarita, a la tierna edad de 17 años. Se enfermaron mucho las dos en el barco y cuenta - y la cito – que ‘tenía una sensación tan cutre que la segunda noche no podíamos pensar bajar a la cabina.  Hicimos todo lo posible para conseguir un par de mantas de la cabina, volvimos a la terraza, nos sentamos tan cómodamente como pudimos en los sillones de cubierta, nos cubrimos con las mantas de la cabina y allí nos quedamos. Un par de veces alguien vino a la cubierta diciendo: "Los que tengan mantas de cabina en la cubierta por favor que las devuelvan a las cabinas." Nadie se movió. Pensamos que si querían que las mantas volviesen a la cabina, ellos mismos se las podrían llevar. No íbamos a bajar de nuevo. Nos despertamos la mañana siguiente con el ruido del agua que revoloteaba y marineros lavando la cubierta.”

En aquel tiempo el Noviciado estaba en Woolwich, un lindo lugar que se encontraba a orillas del río  Lane Cove en Sídney. Su tiempo allí fue muy breve porque se vio a un submarino en el puerto  de Sídney y la comunidad de Woolwich, el Noviciado y el pensionado con unas 50/60 internas tuvieron que trasladarse a Mittagong, a un lugar mucho más seguro. Las dificultades durante este tiempo fueron una buena preparación para su tiempo como misionera en Fiji. Este paso llenó su gran deseo que era ser misionera.

Viajó a Fiji y pasó los 23 años siguientes como maestra en la escuela primaria en varias escuelas. Pasó 13 años en una remota isla en las Yasawas que fue el máximo para ella en Fiji. Viajaba en barco para alcanzar la isla y necesitaba 8 horas; al comienzo Antonia tenía mucho miedo, pero después de haber ido 2 veces con personas de Fiji, perdió todos sus miedos porque las consideraba expertas en navegación. Tenía muchas historias de su tiempo que contar.    

Antonia volvió a NZ en 1967 donde enseñó en Mt Albert. Completó su formación académica en Loreto Hall y luego enseñó en Mt Albert y en Herne Bay, y varios años en Melbourne.

Luego se ocupó durante un cierto tiempo de pastoral en 7 parroquias en la Isla del Norte. Su labor en Linden, Tawa fue en su mayoría con refugiados que aprovecharon en gran medida las habilidades docentes de Antonia. Una de ellas que vino de Camboya quiso montar un negocio de peluquería y Antonia pasó mucho tiempo mostrándole cómo montarlo y haciéndole ver lo que conllevaría. Luego esta persona cambió idea pero se las arregló para montar en garaje una peluquería. Una joven de Somalia fue una de las alumnas preferidas de Antonia, a la que Antonia ayudó muchísimo. La joven vivía en una pensión cerca de nuestra casa en Linden donde recibió acompañamiento e instrucción de parte de la Hermana Antonia. Otro señor chino con su mujer fue a visitarla varias veces a la casa de reposo Marian House como entonces se llamaba y cuando la trasladaron a otro sitio, diez años después, seguían preguntando por ella.    

En 2007 Antonia pasó de Tawa a MacKillop Care y se nos dijo que allí ella logró mejorar mucho el ambiente, acogiendo siempre con una sonrisa y con una palabra amable a los visitantes, y realmente logró cambiar la vida de los residentes con su astucia, con su sentido del humor y con sus proezas en jugar a Rummykub y luego a Scrabble. El gestor de la casa, cuyo nombre es Prue, dijo que Antonia era una mujer con una vida particular, todo el mundo la quería y era una alegría tenerla cada día. Iba por los pasillos cantando a menudo diciendo a alguien lo bien que le sentaba un traje, una camiseta, un pullover y si luego esta pieza alguien se la dejaba Antonia la recogía y la ponía en el armario de la persona que había perdido la prenda. Gemma cuenta que ganó hasta el último juego de Scrabble que jugó poco antes de morir. Y esto a pesar de tener muchos dolores. Antes de su enfermedad era un portento en rompecabezas, en crochet y punto.  

Antonia ha vivido en 15 conventos en Fiji, Australia y en Nueva Zelanda tocando las vidas de un número incontable de personas y de muchos, muchos niños.  Era una mujer de profunda fe, de oración y de compasión, totalmente comprometida con su vocación de Hermana Marista. Fue duro para ella vivir fuera de su comunidad los últimos 10 años de su vida, pero lo hizo con espíritu de aceptación y con valor. He dicho ya que a menudo Antonia expresaba realmente añoranza por el cielo y en la segunda carta de San Pablo a los Corintios leemos:  “Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial.”    Esta añoranza del Cielo, este anhelo por el cielo es algo que Antonia llevaba dentro cada día. Recordaba que Jesús había dicho: “Hay muchas moradas en la casa del Padre, si no fuera así os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros; y    si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros.”…

El 29 de abril en el 74º año de vida marista, Dios ha llamado Antonia a Su morada. 

Hna. Francine McGovern, sm

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