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Patricia de Coek

Hermanas fallecidas

Patricia de Coek - Australia
05/10/1923 - 08/09/2015

El 8 de septiembre nuestra Hermana Patricia De Coek ha sido llamada al Paraíso. Era la fiesta del nacimiento de la Virgen y un día muy apropiado para la ida al Cielo de una Hermana Marista.  Pat iba a cumplir 92 años el 5 de octubre, setenta de los cuales vivido como Hermana Marista, una Mujer de la Palabra, como nos ha llamado a ser nuestro último Capítulo General.  Desde su muerte, las Hermanas de su comunidad hemos compartido muchas historias y recuerdos de Pat, y espero poder incorporar algunos de ellos en esta nota necrológica.

Patricia Mary De Coek había nacido en Hamilton, Nueva Zelanda, el 5 de octubre de 1923, hija de  René Aubrey De Coek y de Elfreda Rose Shanaghan – una pareja interesante, de ascendencia francesa e irlandesa.  Pat era la segunda de cuatro hijas en la familia - Joan, Cecile y Nanette, todas fallecidas antes que Pat. En 1927, durante la Depresión, Aubrey se fue con su familia a Sydney, donde se asentaron en Cremorne. Su parroquia era la del Sagrado Corazón, en  Mosman. 

La infanzia de Pat fue muy feliz, y Pat experimentó el cariño y el cuidado de sus padres y de su entorno. Esto tuvo un impacto profundo sobre la vida de Pat, y le permitió tener una mirada abierta, de asombro y de incredulidad, de sorpresa hacia la vida.  Aunque estuviera lejos de sus muchos primos en Nueva Zelanda, la familia se mantuvo en estrecho contacto con ella y Jacqui Driscoll, uno de sus primos, llegó el Lunes a tiempo para decir adiós a  Patty, como le llamaba cariñosamente la familia. Pat se interesó siempre mucho en su clan de Nueva Zelanda y encontró mucha dicha cuando. Como también Nigel, un joven primo que fue a la celebración con toda su familia. Otros primos, especialmente Maurice Hall y Audrey, que ahora han fallecido  estuvieron en contacto por teléfono y así Pat se sintió muy amada, sostenida y acompañada.

En la parroquia del Sagrado Corazón, Pat se encontró con su compañera de toda la vida,  Norma Wood, que fue también ella Hermana Marista. Las dos formaban parte del Grupo de Juventud de la parroquia y se dedicaban a la preparación de la liturgia, a la Infancia del Sodalicio de María y al coro. El Grupo de Juventud llevaba a cabo muchas actividades sociales, como por ejemplo salidas, paseos, picnic, excursiones en barco por el río Lane Cove. El participar en la Legión de María se convirtió en parte integrante de la vida de estas dos amigas, y Pat solía decir que fue allí donde ella fomentó una relación de amor con María, nuestra Madre, que le duró toda la vida. Además, creció en ella el aspecto misionero de su ser católica, y se sintió responsable de difundir la Buena Nueva.  La visita a los hogares con Norma formaba parte de su apostolado como miembro de la Legión, que a Pat la llenaba de alegría profunda. Esto la preparó para sus siguientes apostolados, sobre todo para su labor en las parroquias.

Pronto, Pat se sintió llamada por Dios a la vida religiosa. Un sacerdote de la iglesia de St. Patrick la dirigió hacia las Maristas en Woolwich, y cuando se encontró con las Hermanas supo inmediatamente que había encontrado la Congregación que respondía a su llamada. Así que en 1945, Pat fue una de las primeras novicias que entró en el nuevo y pobre Noviciado en  Merrylands. El hecho que la Congregación Marista fuera francesa, fue también muy significativo para Pat, con su herencia francesa. El Noviciado fue un tiempo lleno de desafíos para ella, pero también repleto de gracias y de dicha, y así lo consideraba al mirar atrás.

Después de la profesión, a Pat la enviaron al Colegio de las Hermanas Maristas de Woolwich donde enseño Matemáticas y Francés.  Pronto la enviaron también a Francia para que se empapara más del espíritu marista y se preparara por ser formadora.  Después de esa estancia en Francia volvió a Woolwich durante unos años y en 1958 fue nombrada superiora de la comunidad de Merrylands. En esos días, en la comunidad había casi 40 Hermanas y seguramente no tuvo que ser fácil ser superiora, por el contrario esto exigió mucho de Pat.

De 1960 a 1965 Pat fue maestra de novicias en  Merrylands. Algunas de sus ex novicias están hoy aquí y otras han escrito unos lindos homenajes a su ex guía espiritual. Algunas hablan de la gran mujer que era Pat, y de su deseo de ayudarlas a que fueran verdaderas Hermanas Maristas. Una Hermana recuerda que Pat llevaba siempre una minúscula estatua de la Virgen María en su mano.  Recuerda, asimismo, lo excelente que era Pat jugando al tenis.     

Durante los años '60 Pat empezó a interesarse mucho por las Sagradas Escrituras, y una Hermana recuerda que dio una charla sobre la Carta de San Pablo a los Efesios, y lo mucho que fue desarrollando su profundo amor por esa parte de las Escrituras.  El interés de Pat por las Escrituras fue creciendo, y en la misma medida creció su amor por coleccionar Biblias. Es posible que tuviera una copia de todas las traducciones existentes. Marcaba con marcadores de distintos colores las hojas de sus Biblias, sobre todo pasajes que ella quería particularmente y le gustaba comparar las diferentes traducciones.

En 1966 Pat fue elegida consejera general de la Congregación y pasó ocho años en Roma, contribuyendo además como secretaria general en la vida de la Congregación en los días sorprendentes que siguieron al Vaticano II, con todos los cambios por los que pasó la vida religiosa. En Roma Pat recibió la llamada a vivir su vocación marista más en profundidad. Mientras hacía el retiro pascual el Espíritu Santo se le manifestó de una manera nueva, vibrante.  Una vez, al hablar de su vocación, escribió:  “El Espíritu Santo irrumpió en mi espíritu y en mi corazón estalló un canto de alabanza.  Me llené de gozo, y esto hasta mis compañeras lo notaron”.  Esta alegría quedó con Pat en el resto de su vida. Su único deseo era dar a conocer a los demás la alegría de vivir en el Espíritu y cómo esto podía dar plenitud a toda vida humana. Y esto, siempre en el contexto de su vocación marista y de su amor por María que se le hizo cada vez más viva a Pat a través de las Escrituras.

La llamada marista de Pat la llevó a muchos lugares y apostolados. Quizás donde más a gusto se sintió fue en la labor parroquial, en las parroquias de Burwood y Torquay en Melbourne donde guió diversos grupos de estudio de la Escritura y de oración y participó de lleno en la vida de la parroquia.  Cuando se jubiló, siguió ayudando en Haberfield, enseñando a la gente de todas condiciones y razas a amar y compartir las Escrituras.

A Pat le gustaba mucho, además, hacer crucigramas, y los más difíciles, y tenía tantos diccionarios casi como Biblias, por no decir nada de sus numerosos libros del autor Joshua, que ha leído una y otra vez. Otro pasatiempo era hacer punto, y producía un chaleco detrás de otro, como también muchas bufandas, sobre todo en los últimos años, de colores variopintos.  El río Lane Cove era también un imán para ella cuando vivía en Marian House.  Parecía conocer perfectamente la hora de la llegada de los barcos, y el nombre de los que iban apareciendo por la ría. El aterrizaje y el despegue de un avión la llevaban al cielo...

Pat sintió el peso de la cruz cuando se enfermó hace unos años y tuvo que quedarse en una casa de reposo, primero en Ashburn House, Gladesville y luego en St. Anne’s, Hunters Hill.  Encontró fuerza en el Espíritu Santo, y Pat aceptó este cambio y entró de lleno en su nuva vida donde, dijo, estar tan ocupada que no tenía tiempo de leer sus libros preferidos.  Asistir a la Misa en St Anne, la llenaba de alegría, y el poder salir también e ir a visitar sus viejas tías que vivían en Mosman. Pat, además, se llenaba de alegría cuando recibía llamadas telefónicas de Jacqui, de Nueva Zelanda, que le tenía al tanto de su familia y de sus amigas Mosman, Helen Stirling y Denise Playoust y su marido, Peter, y, cómo no, de su amiga laica marista, que lo fue durante muchos años: Rona Agnew.

Es justo que Pat, esa fiel Mujer de la Palabra, cuyo único deseo en vida fue vivir su vida marista con amor y gozo, volviera a su Padre en este Año de la Vida Consagrada

 Pat, ahora que caminas hacia el Paraíso, canta con gozo aquel primer himno marista:    

“J’irai la voir un jour;

Au ciel, au ciel, au ciel.”

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