27/09/2017 - México
ÁNGELES EN MÉXICO
El 19 de septiembre de 2017 como todos los años, hubo un simulacro de temblor a las 11:00am, en recuerdo de aquel temblor del 85 donde murieron tantos compatriotas. Cuál no sería nuestra sorpresa, cuando a las 13:14 hrs, del mismo día, sucedió otro terremoto, esta vez con epicentro muy cerca de Cuernavaca a unos 55 km de la Ciudad de México y con una magnitud de 7.1 Richter.
El temblor fue tan cerca que no dio tiempo de que sonara la alarma sísmica, y de tal magnitud que cayeron más de 100 edificios en la gran urbe, esta vez, diseminados por toda la ciudad, no sólo fue en el centro, sino en Xochimilco, Tlalpan, Iztapalapa, en las colonias del Valle, Roma, Condesa, Narvarte y hasta en Lindavista.
De inmediato la gente empezó a ayudar a remover piedras y escombros para tratar de sacar a gente atrapada por los edificios derruidos. Nayeli, se encontraba estudiando en la CIRM, en el nuevo edificio hasta el tercer piso. Fue la primera en salir de su salón ya que era la más cercana a la puerta, pero nos cuenta que se movía tanto el edificio que le daba miedo bajar las escaleras, sin embargo, con el empuje de sus otras compañeras lograron llegar al suelo sin ningún problema.
Era la primera vez que sentía un temblor de tal magnitud, y francamente se asustó mucho, al igual que todas las personas que vivían en México, dicen que se sintió espantoso. Ella fue al día siguiente, se dirigió a la escuela de los Hermanos Maristas, quienes habían abierto un Centro de Acopio. Llegar le fue difícil pues no había paso en muchas calles, porque estaban acordonadas alrededor de los edificios caídos. Estas son sus palabras:
“El día de hoy la CDMX, me ha mostrado otra cara, la cara de la solidaridad, del humanismo, de la hermandad. No visito muy a menudo esta enorme ciudad, pero en todas las ocasiones siempre me había parecido una ciudad fría, ruidosa, distante, poco solidaria; y hoy al salir y unirme a las miles de personas dinámicas, dispuestas, serviciales; humanos que saben ser personas al servicio y solidaridad de quienes lo necesitan, me ha dejado boquiabierta. Realmente es hermoso mirar la nobleza del corazón de las personas, en las calles se respira el sentimiento de hermandad, de una solidaridad que evoca la nobleza de nuestro país, CUANTO TE AMO MI MÉXICO”.
Y es que la solidaridad en los capitalinos ha resurgido de una forma impresionante. Duele ver tanto edificio destruido, saber de tantas personas atrapadas, pero da orgullo conocer de tantos mexicanos dispuestos a dar lo que sea con tal de ayudar en algo en estos momentos de emergencia nacional.
Unos se han puesto a ayudar recogiendo escombros y de una manera muy organizada lo han estado haciendo, otros se han volcado a los Centros de Acopio para donar alimentos, agua, herramientas, medicamentos, etc. Los voluntarios en los Centros de Acopio se dedican a organizar toda la ayuda que viene para después poder repartirla. Uno de los Hermanos Maristas ha dicho que ellos no han contribuido con nada de compras o dinero porque no ha hecho falta, la gente continuamente está llevando lo necesario. Todos a su manera están ayudando, hay quienes ofrecen su casa para una familia, otros tan solo ofrecen energía para cargar celulares, otros ofrecen sus celulares, hay quienes se ofrecen de choferes para trasladar brigadistas, enfermos, gente buscando sus familiares. En las calles puedes ver a la gente sacando una mesita con café y galletas para lo que quieran pasar y tomar algo, en fin, hasta la gente más pobre o discapacitada está ayudando. Hasta los mariachis fueron a cantar gratis a los edificios derruidos para animar a los rescatistas. ¡Una señora, llevó sus instrumentos para darles masajes! TODOS AYUDAN A SU MODO Y CON LO QUE PUEDEN Y SABEN HACER.
Hasta los perros se han sumado a la búsqueda, se han rescatado animales, y los animales han rescatado personas. Algunos de estos perritos y perritas entrenadas ya son un ícono para muchos.
Han empezado a surgir símbolos que mueven el corazón, por ejemplo, cuando un rescatista quiere que se haga silencio para poder escuchar algún ruido que indique vida entre el derrumbe, alza la mano en puño y todos los más de cientos de personas que están alrededor, repiten el mismo gesto y se callan. Otros más para apoyarse mientras están en las labores de rescate cantan el “Cielito Lindo”. Y cuando han terminado las labores, cuando saben que ya no hay más cuerpos o personas vivas que rescatar, terminan sus labores cantando todos el Himno Nacional y gritando: ¡Viva México! Nada más de escribirlo se me enchina la piel al recordar el canto de tantos mexicanos unidos en una canción.
Claro que el gobierno ha querido aprovechar esta oportunidad para sabotear el trabajo de tantos civiles, ha pretendido etiquetar los alimentos que llegan a sus Centros de Acopio con calcomanías de su partido, pero la gente no lo ha permitido, con sus celulares toman video, se unen todos y han desenmascarado tanta corrupción. En otros lugares, se han tenido que pelear con los del gobierno cuando quieren que se termine la búsqueda en algún edificio derruido, los rescatistas no lo permiten hasta que no se cercioren ellos mismos de que ya no hay nada que hacer. El Facebook está lleno de estos actos innobles.
Por otro lado, hemos roto récord al pedir, por medio de la página web: Change.org, que el dinero que se le iba a dar a los partidos políticos se les dé a los damnificados. En un día se han recabado más de un millón de firmas, algo inusitado en todo el mundo.
Muchas personas de otros de los estados de la República han llegado al D.F. a ayudar, pues muchas empresas dieron pasajes gratuitos a quienes fueran con palos y picos a ayudar. Así es que toda la nación se ha movido para ayudar en lo que puede a tantas personas que han perdido hijos, hermanos, padres, familiares, pertenencias y hasta su patrimonio.
Unos dicen que ha sido por tantas lluvias que hemos tenido, otros les echan la culpa a los huracanes, lo cierto es que la Naturaleza nos ha mandado un llamado fuerte a la unidad. La muerte se ciñó en muchos hogares, más de 400 (cifras oficiales, aunque sabemos que siempre hay muchos más), pero la Vida nos ha enseñado la solidaridad. Más de un millón de personas, se han movido a compasión, sin ellos saberlo, la Misericordia y la Solidaridad a acampado entre este pueblo; la muerte no ha vencido, sino la Vida compartida, solidaria, fraterna y sororal. México está de pie, más unido que antes, en cada civil se reconoce a un hermano, a una hermana, esta es sin duda la Obra de María, que de nuevo ha venido a socorrer a su pueblo guadalupano. No podemos más que admirar a todas las personas, jóvenes y grandes, hombres y mujeres, nacionales y extranjeros, pobres y ricos, que sin proponérselo han mostrado el rostro compasivo del Buen Samaritano, de Aquél que nos ama hasta el extremo.
¡FUERZA MÉXICO!
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