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Kathleen Daly

Hermanas fallecidas

Kathleen Daly - Australia
10/08/1926 - 28/01/2017

  Kathleen se centraba siempre en el objetivo que tenía delante. Era una mujer determinada y se conocía a sí misma. Esto ocurrió también el pasado viernes (27 de enero), cuando entró en el despacho y dijo que deseaba ir al hospital, preguntando cuándo los paramédicos vendrían a buscarla. Esto nos sorprendió a todas, porque a Kathleen no le agradaban mucho las visitas a los hospitales. Menos de 24 horas después, ella se abandonó serena y pacíficamente a nuestro Dios, al que había servido y amado fielmente a lo largo de toda su vida.  

Kathleen había nacido en Sídney, el 10 de agosto de 1926.  Era la tercera de cinco hijos de Michael y de Kathleen Daly – Gerald y Nola siendo los mayores, y Marie y Mónica los más jóvenes. Tras la muerte de sus padres, Kathleen y sus hermanos se fueron a vivir con su tía, su tío y cinco primos. Los lazos que formaron como una gran familia permanecieron muy fuetes y Kathleen se alegraba siempre mucho en las reuniones y en las celebraciones de la familia. Kathleen fue alumna de la escuela primaria de St. Thomas’s, en Lewisham, y de la escuela superior en Bethlehem, Ashfield, antes de seguir un curso de estudios comerciales en St. Patrick’s Business College. Luego estudió estenografía en una escuela del Estado, en Macquarie Street, Sídney.  Kathleen estuvo muy implicada en la vida parroquial y cuando tuvo 19 años pensó que el Señor la llamaba a la vida religiosa. Durante una confesión en la iglesia de St. Patrick Hill, un sacerdote marista la animó diciéndole: “¿A qué espera?”. Y le sugirió que fuera donde las Hermanas Maristas en Merrylands.  Kathleen dijo más tarde: “El día que fui a  Merrylands para pedir que me admitieran entre las Hermanas Maristas supe que la Divina Providencia me conducía allí por intención de María, a pesar de no haber conocido ninguna Hermana Marista antes”. 

Kathleen tenía 20 años cuando entró con las Hermanas Maristas. Recibió el nombre de Hermana Gonzaga, y celebró la primera profesión el 23 de enero de 1949; empezó su ministerio en la escuela primaria de Woolwich, Bowral y Merrylands.  Solo en 1955 Kathleen tuvo la oportunidad de seguir estudiando en el Teachers’ College en Mount Street, en Sídney. Después del programa de formación, siguió su apostolado con los niños en las escuelas primarias, no solamente en Sídney, sino también en Victoria, Queensland y en Nueva Zelanda.  Las Hermanas que han trabajado con Kathleen en esos años la recuerdan como una excelente maestra, incansable en su preparación. Era asimismo de gran apoyo a las Hermanas más jóvenes, animándolas, guiándolas cuando empezaban a enseñar Educación Religiosa.  Era generosa con su tiempo y las acompañaba con mucho interés.

La Hermana Kathleen estaba dispuesta a abrazar la Obra de María allí donde Dios la conducía. Fue la primera directora de St. Scholastica, en Bennettswood, y una de las primeras Maristas que vivió en la comunidad en Gladstone, Queensland, en 1971.  Más tarde vivió en Nueva Zelanda, y de allí fue enviada a Moerewa donde nuestras Hermanas empezaron una misión piloto en la Bahía de las Islas y en South Hokianga. Tenían que viajar mucho para visitar a las familias y organizar las clases de religión para niños, ocupándose también de la pastoral de los enfermos y los mayores, y ayudando en la liturgia de las parroquias.

En 1982 Kathleen volvió a Merrylands donde pasó diecisiete años en el apostolado de la Cofradía de la Doctrina Cristiana, que consistía en dar clases de religión en las escuelas públicas. Este apostolado fue lleno de desafíos para Kathleen, pero lo realizó con una energía, un entusiasmo y una dedición fenomenales. Algunos de los catequistas que han trabajado con Kathleen recuerdan que terminaba la clase con las mismas palabras con las que la empezaba: “Recuerden siempre, niños, que Dios es su mejor amigo”.

La relación con Dios sostuvo siempre a Kathleen. Era una mujer de oración a la que se la encontraba a menudo en la capilla, pasando un tiempo en silencio en presencia del Santísimo Sacramento. Aceptó los sufrimientos de la enfermedad y la fragilidad que sintió a resultas de la misma, y lo hizo con paciencia y con una enorme fe. A Kathleen le han importado siempre mucho los demás, se interesaba por ellos, preguntaba a las Hermanas noticias de sus familias y por los enfermos y necesitados. Por muchos años, cuando estaba en la residencia St. Joseph, iba a menudo a Santa Ana, para visitar a los enfermos. Y Kathleen no olvidó nunca el cumpleaños o el día del santo de una Hermana. Enviaba una tarjeta a cada una, escrita a mano, e incluía una breve oración o una bendición.  Enviaba mensaje hacia todos los rincones de la tierra a las Hermanas que celebraban su jubileo.  Kathleen amaba profundamente la Congregación y se interesaba por todo lo que ocurría. Era una persona muy generosa, queriendo siempre compartir con otros lo que tenía. Cuando llegó a Marian House los domingos, traía casi siempre patatas fritas o galletas que había ganado jugando a Bingo. Le encantaba poder compartir todo esto con sus Hermanas. A Kathleen le gustaba poder participar en diversas actividades en St. Joseph y se sentía feliz siempre que podía participar en un canto. Era una mujer siempre agradecida. Al gesto más insignificante respondía con una nota escrita o con un llamado por teléfono. A todas las personas que se ocupaban de ella, en particular a  Chris, la coordinadora de la residencia, a las Hermanas y al personal de St. Joseph, al doctor  Kong y a los especialistas que la atendían - Kathleen expresó siempre gratitud y cariño profundo. Tantas veces se la oía repetir estas palabras: “Gracias, gracias, muchas gracias”. 

En este día 2 de febrero, la Iglesia en el mundo entero agradece el don de la Vida Consagrada. Es bueno que estemos reunidas aquí, dando gracias por el don que la vida consagrada de Kathleen ha sido para nosotras. Centrada claramente en Cristo, vivió el Evangelio al estilo de María, reconociendo humildemente, con sus palabras “lo maravilloso que es haber sido elegida por ser Marista, ‘por una elección gratuita’”.  

Te damos las gracias, Kathleen, por tu fidelidad llena de amor y porque has sido inspiración para nosotras. Descansa en paz.

(Hermana Julie Brand SM)

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